Bitcoin (BTC) podría enfrentar un dilema de gobernanza y derechos de propiedad mucho antes de que las computadoras cuánticas representen una amenaza técnica directa para su criptografía, según un análisis de Nic Carter, quien sostiene que los plazos cada vez más cortos de la computación cuántica chocan con el históricamente lento proceso de actualización de Bitcoin. Carter, socio de Castle Island Ventures, sostiene que la aparición de una computadora cuántica criptográficamente relevante (CRQC, por sus siglas en inglés) ha pasado de ser una preocupación teórica lejana a un problema de planificación con plazos concretos.
Aunque hoy no exista tal máquina, escribe que los avances creíbles en hardware, corrección de errores, preparación gubernamental e inversión de capital han reducido el margen para la complacencia.
El riesgo central, argumenta Carter, no es un fallo criptográfico repentino, sino la ausencia de consenso sobre cómo debería responder Bitcoin si las capacidades cuánticas llegan más rápido de lo esperado.
Las actualizaciones del protocolo de Bitcoin históricamente han tardado años en diseñarse, debatirse y activarse, un calendario que ahora podría estar desalineado con los avances en computación cuántica.
Las monedas expuestas crean un dilema de derechos de propiedad
Carter subraya que una parte significativa del suministro de Bitcoin ya es vulnerable bajo un modelo de amenaza cuántica.
Las monedas mantenidas en salidas tempranas de pago a clave pública (p2pk), formatos heredados, direcciones Taproot y direcciones reutilizadas exponen claves públicas en cadena, lo que las hace susceptibles a ataques cuánticos capaces de reconstruir las claves privadas.
Estima que aproximadamente un tercio de todos los Bitcoin en circulación están actualmente expuestos a través de una combinación de tipos de direcciones heredadas y reutilización de direcciones.
Esto incluye aproximadamente 1,7 millones de BTC procedentes de salidas tempranas de minería que se cree ampliamente que están inactivas, junto con monedas adicionales mantenidas en direcciones reutilizadas o Taproot.
La presencia de estas monedas crea un dilema que no puede resolverse únicamente mediante actualizaciones de software.
Incluso si Bitcoin transita hacia esquemas de firma poscuánticos, las monedas ya expuestas en la cadena seguirían siendo vulnerables.
Carter sostiene que esto obliga a elegir entre permitir un posible robo a gran escala o intervenir a nivel de protocolo de formas que podrían violar las normas históricas de Bitcoin sobre los derechos de propiedad.
Los plazos cuánticos atraen la atención de los gobiernos
Carter señala acciones gubernamentales como evidencia de que el riesgo cuántico ya no se trata como algo hipotético.
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Organismos de estandarización como el Instituto Nacional de Estándares y Tecnología de Estados Unidos han establecido calendarios para retirar los sistemas criptográficos clásicos hacia 2030 y prohibirlos por completo para 2035.
Plazos similares han surgido de forma independiente en el Reino Unido y la Unión Europea.
También cita programas como la Iniciativa de Referenciación Cuántica de DARPA, que evalúa explícitamente si se pueden construir computadoras cuánticas a escala útil para principios de la década de 2030.
Las declaraciones públicas de empresas y investigadores cuánticos se concentran cada vez más alrededor del mismo periodo, incluso cuando el consenso de expertos sigue dividido sobre la fecha exacta de llegada de una CRQC.
Bitcoin como incentivo en la carrera cuántica
Más allá del riesgo técnico, Carter presenta a Bitcoin como un incentivo económico que podría acelerar el desarrollo cuántico.
Con cientos de miles de millones de dólares en valor potencialmente vulnerable visible en la cadena, Bitcoin representa un premio tangible para cualquier entidad capaz de explotar debilidades cuánticas, ya sea respaldada por un Estado o privada.
Esa dinámica, argumenta, eleva las apuestas geopolíticas. La primera entidad en desarrollar una CRQC podría obtener no solo ventajas de inteligencia sobre comunicaciones cifradas, sino también influencia sobre la infraestructura global de activos digitales.
La coordinación, no el código, vista como el cuello de botella
Carter concluye que la mayor vulnerabilidad de Bitcoin frente a la computación cuántica es la coordinación, más que la criptografía.
Aunque las firmas poscuánticas pueden diseñarse y desplegarse, lograr un acuerdo sobre cómo manejar las monedas expuestas o abandonadas podría resultar mucho más conflictivo.
Sostiene que la preparación significativa debe comenzar mucho antes de cualquier avance cuántico confirmado, dado el lento proceso de gobernanza de Bitcoin.
Retrasar esas discusiones implica arriesgarse a decisiones apresuradas en condiciones de crisis, lo que podría socavar la confianza en la red.
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